El domingo 28 de marzo comenzamos la semana más intensa de nuestra vida cristina, con la celebración del Domingo de la Ramos: La Semana Santa. Y en esta última semana de cuaresma podemos contemplar uno de las paradojas más ciertas de la enseñanza de Jesús: “el que ame su vida [egoístamente] la perderá, y el que entregue su vida la ganará” (cf. Mt 16,25 o Jn 12,25). Es decir, si solo pienso en mi bienestar y mis intereses, aun cuando esto implique indiferencia y perjuicio en los demás, entonces mi vida no valdrá absolutamente nada.
El gesto más grande de entregar la vida para dar más vida, en una mirada cristiana, lo encontramos en la cruz. Pero si el Señor nos invita a encontrar y ganar la vida entregándola, nos podemos preguntar legítimamente ¿Cómo se hace eso? ¿Cómo damos vida entregándola?
Basta con mirar más agudamente a nuestro alrededor, y veremos miles de gestos de entrega de la propia vida para dar vida a otros: los papás que salen a trabajar y nos dan vida y sustento; los profesores que se esmeran por ser creativos para enseñar en este tiempo distinto y difícil; trabajadores de rubros esenciales que nos permiten comer y tener los servicios básicos (agua potable, luz, comunicaciones, servicios sanitarios, entre otros); y, sobretodo, los trabajadores de la salud, que arriesgan su vida para contener la enfermedad de Covid-19 y otras patologías, donde, además, hemos contemplado el fallecimiento de muchos paramédicos, enfermeras (os) y médicos (as).
Esta última semana de cuaresma se nos invita a dar la vida para generar más vida, ¿cómo podemos hacer esto nosotros desde nuestra vida cotidiana? Vemos el aumento de casos de contagio Covid en nuestro país y región. Les invito a que, junto con orar por todos los que tienen que seguir saliendo a trabajar, dando su vida por nosotros, también respetemos al máximo posible las medidas de control sanitario: no salir si no es necesario; si debo salir, utilizar los medios de resguardo de modo adecuado para no contagiarse y/o no contagiar a otros (mascarilla, alcohol); apoyar en quehaceres del hogar; renunciar a espacios individuales para estar más en familia; realizar mis labores o tareas, entre tantas cosas que podríamos realizar. Después de entregar la vida, de seguro que encontraremos un entusiasmo renovado en el interior, que ensanchará el corazón y nos hará mejores seres humanos.
El Señor les otorgue una bendecida semana.
Paz y bien
Hno.Felipe Márquez, ofm.